Me desperté el domingo a la mañana, toda enredada entre las sábanas y descubrí que increíblemente, en una partecita de mi brazo derecho, todavía guardaba su perfume. Frente a esto, no pude evitar sonreír como una estúpida.
Después de un período bastante largo de autoestudiarme, estoy en calidad de decir que no tengo ojos (ni tiempo, ni interés, ni nada) para nadie que no sea él.
Y así, puedo abrazarte mucho y rascarte la espalda y tirarme encima tuyo cuando estás acostado de espaldas, mientras charlamos de lo bien que estamos y escribirte cartas y decirte que te amo mucho más que ayer y que es lo mejor de mi vida haberte conocido y que estoy acá, siempre, todos los días, y que me hace bien saber que estás. Hoy podemos delirar más que otros días y podemos armar mundos paralelos y podemos ponernos mucho más azucarados que cualquier otro día y nadie pero nadie debería tener nada negativo para opinar al respecto. Es mi derecho quererte explícita y evidentemente. Quiero seguir con vos, quiero seguir enseñándote lo lindas que se pueden transformar las cosas simples cuando las compartís con alguien. Porque te amo y punto.